Mirar y dibujar son aquí términos conexos. La mirada es una primera fuente de identidad, que le compromete con una forma, una luz o un movimiento, y le induce a la acción. Dibujando interioriza aquello que ha sido visto, se deja llevar por la experiencia de mirar determinados aspectos de la naturaleza, en especial su principio activo, que es generar vida, flujo, energía, intentando despojarse de cualquier conocimiento adquirido, mientras la obra va tomando cuerpo, construyéndose a sí misma. El dibujo se muestra como la práctica más adecuada debido a la precisión y concisión que le son consustanciales. Como viejo oficio que es, el dibujo sobrevive a través de todo tipo de vaivenes culturales como tarea próxima al hombre. ¿Existe un proceso donde convivan de forma tan unida sensación y comprensión, universo sensible y universo cognoscitivo, actividad manual y decisión intelectual?